Introducción

La enfermedad celíaca no debería suponer un deterioro en la variedad de la alimentación del que la padece. Sin embargo, las primeras sensaciones tras sernos diagnosticado dicho trastorno alimentario es que la inmensa mayoría de los productos que habitualmente utilizábamos en nuestra cocina ya no podremos seguir empleándolos.

Además de la mayoría de los productos envasados, los elaborados en nuestros hogares como salsas, rebozados o empanados desaparecen de un plumazo de nuestra dieta que parece que se reduce exclusivamente a unas frutas, verduras y algo de carne y pescado a la plancha.

Si bien el menú diario ve reducido inicialmente el número de platos que se preparan habitualmente en cualquier hogar en el que ninguno de sus miembros tenga esta intolerancia, con el paso del tiempo, la ayuda de las asociaciones de celíacos que hay repartidas por toda España, así como la ayuda de familiares y conocidos que ya padecen esa situación, consigue que se vaya recuperando esos guisos tradicionales sólo con la sustitución de unos ingredientes por otros aptos para dietas libres de gluten, sin que el cambio suponga una dificultad excesiva.

Sin embargo, existe un sector de la cocina tradicional que ya de por sí, y debido sobretodo a la forma de vida de hoy en día, redujo su presencia en un hogar de tipo medio. Me refiero a la elaboración de dulces y postres caseros, que hoy en día han sido sustituidos por productos elaborados. Si además añadimos que la práctica totalidad de dulces tiene entre sus ingredientes harina de trigo, nos encontramos con que la elaboración de estos platos se reduce a cero en nuestros hogares.

Esto último tiene especial relevancia en el caso de los menores que padecen la enfermedad. Yo que tuve una infancia normal (aún no se me había diagnosticado la celiaquía), y una madre entre fogones, pude disfrutar de multitud de postres caseros que, imagino, un niño celíaco hoy en día no podrá soñar siquiera con probar.

Las recetas que iré subiendo periódicamente se pueden dividir básicamente en dos grupos: primero aquellas que no requieren ningún cambio en sus ingredientes ya que en su formulación tradicional son aptas para celíacos, y en segundo lugar y más complicadas también, aquellas que sí requieren un cambio sustancial tanto en ingredientes como, en consecuencia, en su elaboración.

La elevada dificultad de elaborar los mismos postres tradicionales de siempre es lo que me ha llevado a compartir mis recetas en este blog, con el propósito no sólo de ayudar a aquellas familias que se ven abrumadas tras el diagnóstico inicial, sino también a mi mismo con los, espero, comentarios que queráis ir aportando para mejorarlas o dar nuevas ideas e ingredientes para su elaboración.

Espero que surta el efecto deseado y que sirva al menos para que cualquier crío que padezca la enfermedad pueda disfrutar de una sonrisa ante la contemplación de un dulce elaborado especialmente para él.